Querido lector, en palabras de Marino Pérez Álvarez, vivimos en los tiempos de la ideología del cerebro: el cerebrocentrismo. Podemos definir al cerebrocentrismo como la tendencia a explicar el comportamiento humano a partir del cerebro. Ya sean nuestras prácticas económicas, políticas, deportivas, emocionales, etc., todo queda explicado a partir del cerebro, como si éste fuera una entidad independiente del organismo. El cerebrocentrismo, como mitología intelectual, no es ajena a científicos de primer orden. Así, por ejemplo, Francis Crick (1916-2004), uno de los científicos más relevantes del siglo pasado, llegó a decir, en su The Astonishing Hypothesis, que el cerebro y las neuronas perciben el mundo. Otro ejemplo en la misma línea, lo encontramos en el famoso catedrático español, Francisco Mora, doctorado en neurociencias, quien en su libro Cómo funciona el cerebro, menciona que el cerebro “codifica” la información simbólica que a él llega gracias a los sentidos, dando como resultado nuestras distintas percepciones.
Podemos definir al cerebrocentrismo como la tendencia a explicar el comportamiento humano a partir del cerebro. Ya sean nuestras prácticas económicas, políticas, deportivas, emocionales, etc., todo queda explicado a partir del cerebro, como si éste fuera una entidad independiente del organismo.
Todo, pues, queda explicado por el cerebro. El cerebro es el que percibe, interpreta, crea, etc., no la persona. Si uno vota por un candidato y no por otro, es debido al cerebro. Si uno ama a una persona, es debido al cerebro. Si uno ve lo que ve, es debido al cerebro. Si uno tiene preferencia por un producto, y no por otro, es debido al cerebro. Si uno está deprimido… adivinaste, lector, es debido al cerebro. Sin embargo, ¿es esto así?
Este tipo de interpretaciones de la actividad cerebral, incurren en lo que el filósofo británico, Peter Hacker, y el neurocientífico australiano, Max Bennett, denominan en su famoso libro Philosophical Foundations Of Neuroscience, como falacia mereológica. La falacia mereológica consiste en atribuir a una parte del organismo -en este caso, el cerebro- y no al todo del organismo -es decir, lo que denominamos como persona-, atributos psicológicos como “pensar”, “crear”, “percibir”, “sentir”, etc.
Dicha falacia tiene como consecuencia atribuirle al cerebro las causas de prácticamente todo lo que nos ocurra. Es decir, el cerebro se convierte en agente causante de lo que hacemos y padecemos, cuando estrictamente es un órgano mediador en función de la actividad de la persona y sus circunstancias (Marino Pérez Álvarez, El mito del cerebro creador). Y esto es, precisamente, lo que ocurre con la depresión en la que podemos decir que es la interpretación popular. Como ejemplo podemos citar a Joseph Biederman, quien atribuye a deficiencias cerebrales la CAUSA de la depresión, específicamente a desequilibrios químicos de neurotransmisores importantes, como la serotonina. De lo anterior, claro está, se infiere que la mejor solución son los psicofármacos. ¿Es esto así?
Dicha falacia tiene como consecuencia atribuirle al cerebro las causas de prácticamente todo lo que nos ocurra. Es decir, el cerebro se convierte en agente causante de lo que hacemos y padecemos, cuando estrictamente es un órgano mediador en función de la actividad de la persona y sus circunstancias
En un estudio del 2006, Randomized trial of behavioral activation, cognitive therapy, and antidepressant medication in the acute treatment of adults with major depression, encabezado por la psicóloga Sona Dimidjian, se encontró que un tratamiento alternativo a la medicalización de la depresión tenía resultados equivalentes a ésta, e incluso resultó ser más eficaz que la terapia psicológica por excelencia para la depresión, la Terapia Cognitiva Conductual (TCC). Nos referimos a la Activación Conductual (AC).
Si bien el propósito de esta entrada no es adentrarnos a la AC, queremos resaltar algunos puntos importantes que el estudio anterior sugiere sobre la naturaleza de la depresión. Son dos puntos los que queremos poner sobre la mesa:
a)La supuesta naturaleza cerebral de la depresión (expuesta párrafos arriba por la propuesta de Joseph Biederman)
b)La supuesta naturaleza mental de la depresión, expuesta por la TCC.
Si la terapia de AC tiene resultados equiparables con la terapia farmacológica para el tratamiento, incluso en casos de depresión severa, se pone en cuestión la llamada naturaleza cerebral de la depresión. No obstante, ¿cómo entiende la depresión la AC? Desde la AC, se entiende que la depresión no es algo que el individuo tenga mal dentro de él (ya sea a nivel químico o a nivel psicológico, como pensamientos “negativos”). Es, más bien, una situación dentro de la cual se encuentra el individuo, caracterizada por un doble énfasis: el comportamiento y el contexto. A nivel contextual, situaciones que antes eran reforzantes para el individuo, la AC entiende que en la depresión éstas dejan de serlo, debido a sucesos de la vida de la vida del individuo (una pérdida, ruptura amorosa, frustraciones de la vida, rompimientos de amistades, etc.). A nivel conductual, la AC pone en un primer nivel los comportamientos del individuo, en vez de entenderlos como meros síntomas, viendo en éstos un papel fundamental en el mantenimiento de la depresión.
Desde la AC, se entiende que la depresión no es algo que el individuo tenga mal dentro de él (ya sea a nivel químico o a nivel psicológico, como pensamientos “negativos”). Es, más bien, una situación dentro de la cual se encuentra el individuo.
Es decir, no son ni nuestras neuronas ni nuestros pensamientos de donde surge la depresión. No se niega que jueguen un papel fundamental en la situación que denominamos “depresión”. No obstante, es el enramado de nuestro comportamiento y nuestras circunstancias las que juegan un papel fundamental en el surgimiento y mantenimiento de la depresión. No por nada la AC pone un énfasis especial en que el individuo, poco a poco, comience a realizar actividades que tengan un valor fundamental en su vida. Los resultados de la AC muestran, incluso, que una vez que el individuo comienza a entrar en su vida, los pensamientos “negativos” comienzan a cambiar.
Recuerda, lector, el secreto de nuestro malestar está en lo que hacemos y en nuestras situaciones de vida. Si queremos lograr un cambio en nuestro sentir, tenemos que cambiar nuestro comportamiento. Sin embargo, puede ser que te quedaras con la pregunta: ¿en qué consiste la Activación Conductual? De eso nos encargaremos en entradas posteriores.
¡Hasta la próxima!
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