Querido lector, esta sección ha sido creada por diversas razones. Una de ellas, es la difusión de información crítica en torno a lo que denominamos salud mental. Si bien el término es confuso y trae consigo diversas dificultades que van más allá del orden conceptual, está claro, por otro lado, que con él hacemos referencia a multitud de problemáticas como la ansiedad, depresión, trastornos de la personalidad, etc. No es mi propósito ahondar en las problemáticas de dicho término (algo que, dicho sea de paso, hemos tratado, superficialmente, en entradas anteriores). Sin embargo, nuestro objetivo va más allá del debate, pues uno de los objetivos de abrir esta sección, fue también compartir información que pudiera ser de ayuda para tratar diversos problemas. Esta entrada la quiero dedicar a una problemática frecuente en la labor clínica: la identificación de emociones por parte del usuario.
En el desarrollo de las problemáticas psicológicas, es común encontrar patrones de conducta evitativos. Dentro de dicha evitación, solemos encontrar dificultades por parte del usuario para nombrar el cúmulo de emociones o experiencias internas que diversos eventos o situaciones provocan en él. La atención plena (mindfulness en inglés) ha sido empleada por las llamadas terapias de tercera generación, para la aproximación a dichas situaciones y experiencias internas. Si bien es cierto que la atención plena es polémica dentro del campo del análisis de la conducta, diversos estudios se han dedicado a analizar el porqué de su éxito. Destaca el estudio de Errasti-Pérez, Al-Halabí, López-Navarro y Pérez-Álvarez (2022, Atención Plena (Mindfulness): por qué es posible que funcione y por qué es seguro que triunfe), donde los autores establecen los procesos conductuales detrás de este tipo de ejercicios, los cuales explicarían su función en el campo clínico. Sin embargo, no es nuestra intención profundizar en este tema (en próximas entradas lo abordaremos). En esta entrada, nos gustaría compartir contigo un ejercicio que solemos utilizar en sesión, que tiene como objetivo entrar en contacto, de forma profunda (es decir, plena), con esas sensaciones o emociones que son difíciles, ambiguas, aversivas.
Cierra tus ojos. Piensa en cómo te estás sintiendo aquí y ahora. Realmente enfoca tu atención a lo que estás sintiendo en este momento y, mientras lo haces, toma conciencia de las sensaciones corporales que estás teniendo. ¿Percibes alguna reacción física en tu cuerpo mientras prestas atención al aquí y al ahora? Si percibes alguna reacción en particular o algún sentimiento, concíbela como una sensación física. Toma conciencia en qué parte de tu cuerpo las experimentas. Date un par de segundos e identifica en qué parte de tu cuerpo se manifiesta. Puede ser en tu pecho, en tu estómago, en tu cabeza, incluso en tus manos. Incluso si se trata de alguna sensación o sentimiento poco placentero, simplemente préstale atención por lo que realmente es: una sensación física, y no algo que tendrías que eliminar o contra lo que tendrías que luchar. ¿Qué te parece si comienzas a observar lo que estás sintiendo con un poco de curiosidad, como si nunca en tu vida lo hubieras sentido? Date un par de segundos. Ahora, imagina que “eso” que estás sintiendo es un objeto físico que aparece frente a ti. ¿Qué figura o forma le darías? ¿Qué color tiene? ¿Qué textura? Si el objeto se pudiera mover, ¿qué tan rápido se movería? Dime, ¿qué tan pesado es? Simplemente imagina, por un momento, que aquello que estás sintiendo tiene propiedades físicas, como si estuviera enfrente de ti. ¿Lo ves? Dime, ¿cómo es? Ahora, quiero que vuelvas a darle la bienvenida a esa sensación dentro de tu cuerpo, como al inicio del ejercicio, justo a donde pertenece. Mientras vuelve a tu cuerpo, percátate de las ideas o emociones que aparecen mientras regresas dicho objeto dentro de ti, y una vez más identifica en qué parte de tu cuerpo experimentas dicha sensación o sentimiento. ¿Dónde está exactamente? ¿Qué es exactamente? Simplemente siéntela como lo que es: una sensación física: no más, no menos. No más, no menos. No más, no menos. Ahora, comienza a respirar lentamente. Inhala, mantén el aire, y exhala. Mientras lo haces, percibe cómo tu estómago se va inflando mientras inhalas, y cómo se desinfla mientras exhalas. Inhalas y exhalas. Ahora, lentamente comienza a percibir las sensaciones a lo largo de todo tu cuerpo. Tu cuerpo está aquí y ahora; percibe ese cúmulo de sensaciones. El ejercicio está a punto de terminar. Lentamente, comienza a prestar atención a la habitación donde te encuentras. Antes de abrir tus ojos, dime ¿qué sonidos percibes? ¿Qué es lo que crees que verás cuando abras tus ojos? Cuando te sientas listo, abre tus ojos y estírate un poco.
La finalidad del ejercicio, como bien se dijo anteriormente, es entrar en contacto con nuestras emociones y sensaciones, por aversivas que éstas sean. A largo plazo, una vez que el ejercicio se ha practicado un par de veces, el ejercicio se utiliza con situaciones que el usuario demanda como dolorosas. Cabe aclarar, que el ejercicio debe de ser guiado por un profesional, con la finalidad de tener una guía correcta y, además, de estructurar correctamente las situaciones con las que se trabajaran. No obstante, puedes practicarlo justo como te lo mostramos, concentrándote en las sensaciones que percibes en este momento.
¿Pudiste practicar el ejercicio? Cuéntanos tu experiencia.
Hasta la próxima.
*El ejercicio fue adaptado y traducido de McHugh, Stewart & Almada (2019): A Contextual Behavioral Guide to the Self.
Por Psic. Rodrigo Gómez/ Centro de Atención Psicológica Wandelethos.
Deja un comentario